Después de la batalla de Teruel (diciembre 1937-febrero 1938), las tropas franquistas también se imponen en la ofensiva del Ebro (julio-noviembre 1938), por su superioridad material, ante un ejército republicano mal provisto debido al cierre de la frontera francesa, que les impidió de abastecerse, y al cambio político internacional surgido del pacto de Munich, que dejaba la República en manos de los enemigos, quienes iniciaron la conquista de Cataluña. A pesar del éxito de los planes de retirada escalonada de Negrín y Rojo hacia los puertos mediterráneos, determinados factores (golpe de Casado, deserción de la flota de Cartagena, rendición de Menorca, caída de Madrid) deshicieron las expectativas republicanas y los frentes se hundieron. La única esperanza de fuga se encontraba en los puertos de Levante.
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